Se le acabaron sus 15 minutos de fama, que aunque los prolongó por màs de un mes, no pasaron de ser una chamarrita mental.
Muy gallito, el tlaconete pensó que podría ponerse con Sansón a las patadas, o lo que es mejor, que le podrìa poner los espolones encima al Gallito Feliz.
A la mera hora, este pobre soñador despertó a su triste y patética realidad: Su fantochada le sirvió para asistir de gorra a un partido del Cruz Azul y que le regalaran su playera, que se tomara una foto en cueros junto a unos tipos mamey.
Y es que después de su reunión con el carnal Marcelo, salió como el perro arrepentido del Chavo del 8: con su mirada tan tierna, con el hocico partido y con el rabo entre las piernas. Nada de que por "motivos de salud" (al más puro estilo priísta) cambió de opinión, no.
La verdad es que los pejistas lo dejaron volar, dejaron que se inflaran y a la mera hora, como al perro, le dieron su "ya estate quieto".
La polaca mexicana, de por sí tan marranita, puede respirar tranquilo.
Hasta el otro "Juanito"
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