La semana pasada recibí una llamada telefónica: "A tu tía Bigos le dio el telele".
Volé a la casa de mi tía Bigos, solterona entrada en años, medio relajada de carnes y con un severo problema de Hirsutismo. En otras palabras, mi tía Bigos está llena de pelos, de ahí el sobrenombre de tía Bigos (por bigotona).
Mi tía Bigos es la antítesis de la estética femenina: tiene pelos en las axilas, pelos en las piernas, pelos en los brazos, pelos en los antebrazos, pelos en los hombros, pelos en los dedos, pelos entre las uñas, pelos en los mismos pelos.
Aún así es una adoración. Mi tía Bigos jugaba con nosotros sus lampiños sobrinitos a las escondidas, y cuando nos encontraba gruñía como oso, con sus lacios y rulosos pelos bailandole al movimiento de sus brazos.
Mi tía Bigos siempre comía gratis en los restaurantes. En cuanto le daban el primer platillo (su tradicional sopa de fideos fríacon cubitos de queso panela y rajitas de chipotle seco), agitaba el dedo meñique, un pelito le caía en la sopa y de inmediato armaba tremendo borlote, que obligaba a "le maitre" a ofrecerle sus mas sinceras disculpas y enviarle la sugerencia de la casa, como cortesía.
Don Chano, el plomero del barrio, se hizo millonario gracias a mi tía. Cada tercer día acudía a su casa a destapar los caños y las atarjeas, llenas de pelos, caido del flácido cuerpo de mi tía Bigos.
El caso es que, desde hace unos meses para acá, a mi tía Bigos le cayó el veinte de que, en gran medida, su soledad se debía que ningún galán otoñal se atrevía a acercarse a ella debido a su abundancia capilar.
Primero con desconfianza, y luego con cierto dejo de esperanza en su peluda mirada, hizo caso de nuestros consejos y decidió llamar a Neoskin, una de esas tantas empresas que ofrecían depilaciones a precios atractivos.
En primera instancia, los de Neoskin le dijeron que las trasquiladas se hacían en las granjas. Después, al verla en persona, como que se compadecieron de ella, y ante lo evidente, le dijeron que, si podrian ayudarla, pero que el paquete le saldría muy caro (no es lo mismo una depilación de la zona del bikini, que encontrar un cuerpo entre tanta maleza).
Mi tía Bigos sacó todos su ahorros del banco, pagó y aguardó pacientemente el día de su cita (ante tantas sufridas como ella, tuvo que esperarse casi un mes).
La semana pasada recibí una llamada telefónica: "A tu tía Bigos le dio el telele".
Volé a la casa de mi tía Bigos, la encontré tendida cual cetáceo en el sofá (bueno, la verdad es que habían juntado dos sofás), con la cara color cirio pascual, respirando agitadamente y con sendas lágrimas zurcando sus velludos mofletes. La mano derecha sostenía un pañuelo y la izquierda, la primera plana de un periodico local cuyas 8 columnas sentenciaban: "Fraude de Neoskin".
A dos días de su cita, mi tía Bigos contaba con ansía los minutos que le faltaban para encontrarse con las milagrosas manos de una especialista que le cambiarían la vida para siempre. Pero al leer el periodico y enterarse de las noticias que daban cuenta del enorme fraude en que incurrió esa empresa, dejando en el limbo a cientos, a miles de "tías Bigos" que confiaron en sus servicios; mi tía cayó en la desesperación, se le vino el mundo encima, no salió de su casa en 4 días. Creo que le convino, porque de la desesperación, se jaló tantos pelos que le dio una buena rebajada de pelos a su adiposo cuerpecito.
Hoy, mi tía Bigos ya se ha resignado. Ya contesta el teléfono. Ya se animó a salir.
De hecho, hoy en la noche, juntará a todos sus lampiños sobrinitos y jugaremos a las escondidas. Y cuando nos encuentre, gruñirá como oso, con sus lacios y rulosos pelos bailandole al movimiento de sus brazos.
***
(La Tía Bigos es un personaje de ciencia ficción. NO, NO, NO es rerefencia a ninguna de mis verdaderas tías, queridas y adoradas, quen las quere, quen las quere. De guey me mofaría de mis tías, si las quiero y las adoro. Además, ya viene la Navidad!)
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